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miércoles, 1 de junio de 2011

HISTORIA DE SANSON

Bonne Nouvelle 1889

Paginas 7-14, 24-29, 41-49

— Sansón es el último juez de quien se habla en este libro de los Jueces. Es una historia muy instructiva. Los hijos de Israel habían vuelto a hacer el mal, y Jehová los había entregado en las manos de los Filisteos quienes os dominaron cuarenta años. Estos, no eran como los Moabitas y Amonitas, pueblos que moraban fuera de la Tierra de Canaán; habían sido dejados en la tierra, por los israelitas, y ahora, al ser infieles para su Dios fueron abandonados a estos despiadados enemigos.

— Los israelitas clamaron nuevamente a Dios para ser librados.

— No se nos dice esto. Los israelitas habían descendido tan bajo que parecían haberse acostumbrado y aceptado a este yugo extranjero sin buscar liberación. Fue durante estos cuarenta años de dominación Filistea, que Sansón ejerció su cargo de juez, y vemos a veces a los mismos israelitas apuntando contra él. Una vez hasta fueron para criticarle sus hazañas en contra de los enemigos de su pueblo, e igualmente quisieron entregarlo en sus manos. ¿«No sabes tú» , le dicen, «que los filisteos dominan sobre nosotros»? (Jueces 15:11). Lo que caracteriza a Sansón es que está solo en contra de los Filisteos, sin encontrar ayuda y sostén de sus hermanos israelitas.

— El Señor Jesús fue también el único en medio de su pueblo. Porque pocos seguían sus pasos

— Tienes razón y bajo este relato Sansón es un tipo muy bello del Señor. Sólo, preparó por medio de sus victorias, la liberación de los israelitas, finalizada por Samuel y David, y en su muerte, derribó el poder del enemigo. Sansón fue dedicado a Jehová desde su nacimiento.

— ¿Entonces sin que los israelitas lo hubieran pedido Jehová les preparó y les envió a un libertador?

— Sí, y así es como Dios también nos envió a su Hijo para salvarnos cuando estábamos lejos de Él y cuando no pensábamos en Él. Como lo dice más tarde el profeta: «fui buscado por los que no preguntaban por mí; fui hallado por los que no me buscaban. Dije a gente que no invocaba mi nombre: Heme aquí, heme aquí.» (Isaías 65:1). Si los israelitas olvidaban a su Dios, El no olvidaba al pueblo que había elegido.

— El apóstol Pablo dijo: «Si fuéremos infieles, El permanece fiel; El no puede negarse a sí mismo» (2 Timoteo 2:13). ¿Piensas que esto pueda aplicarse a los israelitas?

— Sí, y a nosotros también. Nos sucede muy a menudo, por desgracia, que faltamos a su confianza, pero Dios siempre es el mismo. Su amor no cambia, aunque a veces esté obligado a castigar a los suyos cuando se extravían.

— ¿De que tribu era Sansón? ¿Los padres de Sansón eran israelitas fieles?

— Sus padres eran de la tribu de Dan, cuyo territorio estaba muy cerca de la tierra de los filisteos, habitaban en Zora. Todo lo que se nos dice acerca de ellos demuestra que eran israelitas piadosos, que conocían a Jehová y eran atraídos hacia Él a pesar de la infidelidad general. Ya lo hemos visto en Gedeón, y lo vemos también en los tiempos del Salvador donde, en medio del formalismo del común del pueblo, se encontraban almas como Zacarías, Elizabeth, José, María y Ana. Es un gran consuelo saber que, en los tiempos más sombríos, Dios tiene siempre sus testigos. El padre de Sansón se llamaba Manoa, pero no se nos dice el nombre de su madre. Jamás habían tenido hijos y parecía que no esperaban tenerlo.

— Era como Abraham, y también como Zacarías y Elizabeth, padres de Juan el bautista.

— En efecto, y sin duda era para ellos una gran pena. Pero Dios iba a consolarlos. Mientras la mujer de Manoa estaba sola, el Ángel de Jehová se le apareció y le anunció que iba a tener un hijo. Hasta su nacimiento, debía abstenerse de beber vino o bebidas fermentadas, y no comer nada impuro porque el niño debía ser nazareo, es decir ser consagrado a Jehová desde su nacimiento. La navaja no debía pasar por su cabeza, los cabellos largos eran la señal del nazareato (Números 6).

— El ángel Gabriel le había dicho a Zacarías, que tendría un hijo que también sería nazareo. Y Jesús fue el nazareo perfecto en toda su vida.

— Es verdad que en todo su andar nuestro precioso Salvador fue absolutamente puro y separado del mal, y debemos ser como El (Juan 17:19). El Ángel le dice también a la mujer de Manoa que su hijo comenzaría a libertar Israel de la mano de los Filisteos.

— Esto debió ser un tema de alegría para ella porque los israelitas fieles sin duda estaban muy afligidos al ver a los filisteos como les dominaban. Era una gran gracia que Dios le concedía y a su pueblo

— Después de haber oído estas buenas palabras, la mujer fue a decírselas a su marido. «Un varón de Dios vino a mí,» le dice, «cuyo aspecto era como el aspecto de un ángel de Dios, temible en gran manera; y no le pregunté de dónde ni quién era, ni tampoco él me dijo su nombre»

— No había reconocido quien le hablaba, había tomado al Ángel de Jehová por un hombre

— Apareció en efecto bajo la figura de un hombre, y ella le toma por un hombre de Dios o un profeta. Pero ella ve aproximadamente, por su aspecto, algo que la golpea y la turba porque olvida pedirle de donde era, y él no le dice quién era. Manoa, habiendo oído las cosas extraordinarias que le decía su mujer, desea mucho tener una total certeza. ¿Pero a quién dirigirse ya que no sabía el nombre ni la morada de aquel que había venido?

— Podía pedírselo a Dios ya que evidentemente el mensaje venía de Dios.

— Es lo que hizo Manoa, y su oración muy sencilla muestra su confianza conmovedora en Jehová. Suplica a Jehová Eterno y dice: «Ah, Señor mío, yo te ruego que aquel varón de Dios que enviaste, vuelva ahora a venir a nosotros, y nos enseñe lo que hayamos de hacer con el niño que ha de nacer. » (Jueces 13:8).

— Es una muy bella oración, el la pide humildemente

— Podemos estar seguros que le agradó a Dios porque cumplió a la voz de Manoa. Cuan hermoso es ver a Dios condescender a las súplicas de un pobre pecador y descender, por así decirlo, a su voz. El Señor mismo nos dice: «pedid, y recibiréis» (Juan 16 24). En respuesta a la oración de Manoa, el Ángel de Dios vuelve junto a la mujer, que estaba en los campos. Corrió prontamente para buscar a su marido, que vino y habló al Ángel: «¿Eres tú aquel varón que habló a la mujer? Y él dijo: Yo soy» Entonces Manoa le pregunto como debía ser la manera de vivir del niño, pero el Ángel se limitó a repetir lo que le había dicho a la mujer.

— ¿Manoa reconoció en este hombre al Ángel de Jehová?

— No, creía que era un profeta. También le pidió que se quedara con ellos mientras se le preparaba un cabrito para su comida. El Ángel negó diciéndoles que ofrecieran más bien un holocausto a Jehová. Entonces Manoa le pidió su nombre con el fin de hacerle un obsequio cuando el niño hubiera nacido. El Ángel de Jehová le respondió: «¿Por qué preguntas por mi nombre, que es Admirable?»

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